Los ilegales,
no me refiero a los dignos venezolanos que han tomado el camino de Santiago caminando
hacia el Sur del Continente o, salvando el denso Dairen hacia la ruta del Norte
o los que atraviesan el charco y emigran como consecuencias de la mala vida, en
busca de la ilusión lejos de una patria que ya no es tal. Huyen del impacto en
sus vidas que ha producido la ausencia de trabajo, bajos ingresos y de la hiperinflación.
Se van a cualquier parte fuera del país con visas o sin ellas.
En realidad,
me refiero al “hombre nuevo”, a ese ser inculto, echón, especulador, el que se
la sabe todas, que argumenta como leguleyo las bondades constitucionales y de
las leyes; pero que, en la cotidianidad, las desprecia, o las ignora. Es aquel que
viola las leyes impunemente, a conciencia, en un alarde chabacano y mandón, que
se presta para el negocio ilegal, para servir de testaferro, a desplegar su
poder de nuevo rico para abusar de sus congéneres, del que transita por las
calles sin respetar semáforos, ni a la gente y restriega en la cara del común
su poderosa condición faramallera delincuencial.
También
me refiero al venezolano común, a ese hombre que se mimetiza con la realidad y
sigue el ejemplo de ese personaje nuevo, que por imitación tampoco respeta la
ley, mucho menos a la Constitución y se comporta de la misma manera, viola
normas y reglamentos, se come la luz de los semáforos, adelanta con su vehículo
a juro, no respeta al peatón, pasa por encima de una cola formal, paga por
debajo de la mesa a funcionarios para cualquier trámite, entrega coimas a
funcionarios que le exigen bienes o le perdonan la ausencia de algún documento,
cae en el chantaje de pagar en especies a repartidores o cuidadores con o sin
uniforme, es decir, se desenvuelve en un entorno que modela a la brava sin
importarle el prójimo y eso que llaman urbanidad o ciudadanía..
Ese
personaje mimetizado ha adquirido la habilidad de percibir ingresos a expensas
de los escasos recursos de su llamado emprendimiento o informalidad, que vive a
costilla de otros, cobra visitas domiciliarias, pone materiales y cobra
honorarios como si fuera un médico, odontólogo, abogado o ingeniero. Dolarizó
al trabajo y en consecuencia se comporta arrogante, retador porque tiene efectivo
y, a un nivel tal que supera con creces los ingresos de un profesor. Su
comportamiento se hace insoportable. Irradia irreverencia, altanería y mira
como recién vestido y con desprecio a los
demás. Claro, le importa un comino la ley, reglamentos o normas ciudadanas y,
como manzana podrida contamina a los demás y obliga a que lo imiten
Pues
bien, en Venezuela se impuso el caos, se ignoran leyes, reglamentos, normas de
conducta y de urbanidad. Ese comportamiento que ya se ha generalizado explica
en alguna medida que ciudadanos consientes, incluso gente culta, llama a votar
en las elecciones de noviembre dejando de lado que han sido acomodadas por el
régimen para conseguir su meta de adquirir la legitimidad buscada sin cesar, del
reconocimiento internacional y de lograr el objetivo de mostrar total
apariencia democrática.
Se llama
a votar usando argumentos baladíes como el que expresan públicamente, señalando
que es una oportunidad de retar al monstruo, que hay que balancear el poder del
régimen, que es nuevamente una oportunidad de lograr espacios en la
administración pública, pero ello también implica, violar las leyes y entrar en
un terreno peligroso de complicidad con la ilegalidad.
Es
necesario recordar a este respecto que existen sentencias firmes del Tribunal
Supremo de Justicia lícitamente electo quien calificó al régimen de usurpador y
de detentar el poder sobre la base demostrada de elecciones fraudulentas.
Hagamos
memoria por enésima vez, que esos magistrados sentenciaron la usurpación,
prohibieron el voto electrónico, obligaron a revisar todos los procesos
electorales e ir a procesos manuales. Sometieron a juicio a los integrantes del
CNE, y sentenciaron a los más altos funcionarios públicos. Es de destacar que
muchos de esos condenados ahora son ministros premiados por el régimen por los
servicios electorales, Por su parte, la comunidad internacional replicó con
medidas similares, es decir, sentenciaron fraude, aceptaron la formalidad de la
usurpación, comprobaron la apropiación
indebida de recursos públicos, demostraron, delitos de salvaguarda e incluso
declararon como delincuentes a altos
funcionarios del régimen los cuales mostraron con su respectiva foto,
señalamientos específicos y todavía ofrecen en los carteles internacionales la
debida y alta recompensa a quien los
ponga a su alcance fuera del territorio nacional.
Frente
a ese hecho pronunciado por el poder legislativo licito, democrático, soportado
y conocido, los que llaman a votar se hacen los locos, consideran que sus
argumentos son más poderosos que la ley a la cual directamente irrespetan, y
lógicamente, pudiéramos concluir: cuanto se parecen al “hombre nuevo”
Sus argumentos
no tienen asidero legal, pero no importa, ignoran o disimulan y, más de sesenta
mil aspirantes a cargos se someten al proceso “electoral”, militantes de
partidos que no representan a casi nadie y que son de maletín o de portafolio y
sus dirigentes aspiran a elegirse gobernadores, alcaldes y concejales, y usan dicho
proceso como una palanca para ganar terreno en un espacio que creen cínicamente
democrático.
En ese
proceder cabe cualquier epíteto cuando está muy claro que las condiciones electorales siguen siendo tan
comprometidas con el proceso fraudulento y, argumentan lo que fuese necesario,
lo difunden en las redes y desarrollan campañas inútiles y costosas,
financiadas incluso por el mismo régimen
para ocultar su proceder y creen sacar
ventaja compitiendo con delincuentes declarados o, no será más bien, que son cómplices,
violadores de los principios fundamentales del
Derecho, lo cual los califica
igualmente como ilegales.
Basta
ver argumentos repetitivos hasta el cansancio, nadie da respuesta a
denuncias sobre una organización electoral
viciada desde sus bases. El CNE trata a los potenciales votantes como
analfabetos y a los supuestos candidatos los hace invisibles, ocultos tras unas
siglas y casi nadie los puede identificar en un instrumento de votación que
representa a una plataforma deformada a propósito de los intereses del poder.
Que difícil será identificar a tales candidatos que se mostrarán en una máquina
cuyos antecedentes no son conocidos en general y a lo mejor, ni sus familiares
lo conocen.
Inducidos
por las fuerzas de régimen, procurarán que los escasos votantes no se resbalen
a la hora de marcar el personaje que sea diferente al del partido de gobierno. Con
la presión, las, amenazas de sus puntos rojos, guarda espaldas y vigilantes, están
listos para proteger el multi voto, al acta preconstruida por una maquina
teledirigida y en base a listas de votantes en circuitos reconstruidos cuyos integrantes
le ha sido cambiado el domicilio, llenos de nombres de incluso extranjeros
con cédulas venezolanas y, con el voto entubado preparado a prueba de auditorías chucutas, amparadas
con una supuesta supervisión internacional sustentada en coimas prepagadas y
que ni decir tiene, no son imparciales,
sino que se lo pregunten a un tal representante de la comunidad europea que
incluso ha sido cuestionado por su
propia institución por abuso de poder.
Ante
un proceso que ha sido denunciado tantas veces da grima, incluso hasta a los
acólitos despechados del régimen. En demasiadas oportunidades se ha dicho que
el registro electoral esta hipertrofiado, agravado por el abandono del país de
millones de votantes, que no han incorporado a millones de nuevos votantes, que
han ignorado dar de baja a fallecidos, a supuestos individuos de cien años, y pare
de contar.
Por
decir lo menos, miles de denuncias e irregularidades se han manifestado, pero
que nadie les para, y si lo hace en los órganos competentes es engañado y
regañado; irónicamente tiene la opción de ir a reclamar a un órgano electoral que
no es imparcial, o al ministerio público el cual probablemente impondrá la ley,
bueno la suya de manera unilateral.
Todo
ello hace sentir vergüenza ajena por aquello de denominar de ilegales a los que
promueven el sarao o circo, participando y apoyando a una hipócrita oposición
cayendo en el juego de la muy pregonada salida democrática. Por supuesto, todo conducido
por un CNE imparcial” que asegura que
sus procedimientos son impolutos y que cuenta con miembros de la oposición cuyo
comportamiento tiene mucho que desear, con antecedentes electorales y que han sido tránsfugas de partidos políticos
con gran sentido de la oportunidad y que muy ufanos se unen al coro de lo bien
y perfecto que salió el simulacro
electoral cuyas bondades se repetirán en el mes de noviembre para dotar
al país de un cuadro de funcionarios que se pondrán la corbata de hombres
nuevos.
Esa
realidad vital nos pone en un escenario caótico, pervertido y sin valores
patrios. ¿Cuándo rescataremos la democracia y la libertad?