Claro que me alegra que en Barinas la “oposición”
haya ganado las elecciones de gobernador, por supuesto, ignorando las
limitaciones del sistema electoral que, sigue siendo irregular e ilegal y que
fue sentenciado nulo por el TSJ legítimo. También, donde solo acudió a votar la
mitad de la población barinesa a pesar de la “ayuda” de los militantes del PSUV
que, por miles, llegaron al estado para chantajear, presionar y, como reyes
magos, repartir regalos por doquier condicionando a mucha gente a “ejercer” el
derecho al voto.
La mitad de la población votante se abstuvo,
algunos no existían y otros migraron huyendo de la barbarie de los dueños de
ese estado llanero. Los que se quedaron, un poco más de la mitad del defectuoso
registro electoral, se inclinaron por un gobernador sujeto a las directrices de
los siempre eternos dirigentes y, por supuesto, la gente aprovechó la ocasión
para pasar factura a una generación chavista que los somete a humillación
extrema. Se demostró la fractura y división política del régimen, el cual quiso
deslastrarse “sin querer queriendo” de esa generación originaria que le hace
peso al poder central, incluyendo a algunos dirigentes chavistas nacionales
cuya ambición de poder es evidente.
El tema hay que mirarlo con cuidado por las
implicaciones que tiene dicha elección. El G4 plus impuso a un candidato adeco
que se columpió sobre el descontento de la población en un entorno donde había
el riesgo de caos público, el cual llevaría a una explosión social regional.
Fue evidente que había que dar una lección a los gobernantes locales como
efectivamente ocurrió, con la ñapa llanera de castigar a los dirigentes
oficiales. Se puso de manifiesto que al régimen no le convenía ejecutar la
trampa electoral frente a la alternativa de ceder la gobernación para evitar un
desorden público y la conveniente opción de dar un “tate quieto” al chavismo
originario.
Lo más importante para el régimen fue proporcionar
y usar como golosina la ganancia de la oposición colaboradora para lograr un
hecho político clave, “la legitimación del sistema electoral” y, fortalecer la
ilusión que la oposición es mayoría. En realidad, se duda de esa mayoría cuando
observamos un importante cambio social en el país, no solo como consecuencia de
la merma de la población por el éxodo masivo, sino la mutación de la clase
popular a una nueva clase media (hombre nuevo), la cual es producto del
ejercicio informal de sus actividades aprovechando la dolarización artificial y
como consecuencia están tasando sus servicios a precios profesionales. Hace
tiempo ya rebasaron el salario mínimo, incluso el colombiano, De tal manera que
esa nueva clase social se inclina a mantener su posición de emprendedores
“toeros” e, indirectamente, no se opone decididamente al régimen. Sabe muy bien
que un nuevo modelo político no le permitirá ser sustentable frente al
desarrollo económico en libertad, el cual será ávido de mano de obra formal, y
que, por otro lado, no hará posible tanta especulación basada en el
desconocimiento del valor de la divisa norteamericana, en tal sentido dudamos
del mito que la mayoría de la población activa es oposición, especialmente si
sacamos del sistema electoral a 4 millones de votantes que emigraron del país.
Mediante la política del voto se le ha puesto en
bandeja de plata al régimen una ganancia inmejorable: “la legitimidad del
sistema electoral”, la cual será reafirmada con el aparato publicitario que ya
se prepara para resaltar que el “sistema electoral es el mejor del
mundo”, que el sistema es un reflejo de la democracia y es perfecto para hacer
la cama a las elecciones presidenciales y que tienen campo abierto para convertir
nuevamente los resultados electorales a favor del régimen, por cierto, con la
famosa proporción 60-40 que en Barinas fue 40-60. Este sistema se ha mantenido
a lo largo de dos décadas cuando todo ha funcionado a las maravillas para el
régimen, independientemente de la entrega de Barinas a sus colaboracionistas
que, por cierto, ya emitieron una primera acción, la declaración de
reconocimiento al presidente “constitucional”, haciendo abstracción de que su
supuesta elección presidencial fue desconocida formal y jurídicamente en 2018.
El régimen, por su parte, reafirma que tiene el control nacional y regional, en
este caso como en otros estados desplegarán su protectorado, destacando que han
ganado las elecciones nacionales y tienen la mayoría de las gobernaciones y
alcaldías, Barinas les resultó barato.
El tema da para muchísimas interpretaciones. Para
la oposición del G4 se validan las elecciones como un instrumento basado en un
supuesto sistema confiable, lo cual es una ventaja para el régimen que ahora ha
logrado una vía electoral creíble y es perfecta para el futuro al darle un
brutal margen para aplicar nuevamente las bases electorales fraudulentas con un
registro corrompido y la exclusión de 4 millones de votantes por el éxodo. Solo
le darán chance a unos 100.000 para guardar las apariencias.
Los planes del régimen han logrado su estabilidad,
el reconocimiento del sistema electoral y está listo para enfrentar la
iniciativa ingenua de la contingencia de un referéndum ya en promoción, cuyo
despliegue entretendrá inútilmente a la población con otra zanahoria y que,
indirectamente, facilitará la permanencia del régimen dos años más para
preparar la reelección y afianzar el señuelo de que todo se resolverá por
la vía electoral, negociando hasta lograr el apoyo de la comunidad
internacional. Y, por supuesto, difiriendo el tema de cambio del modelo
político, la refundación del país y el llamado a la constituyente, para así
evitar la eliminación de la reelección presidencial, cambiar al sistema
judicial, profundizar los mecanismos de control social y debilitar finalmente
la resistencia contra el régimen.
El efecto mariposa barinés ha puesto de manifiesto
muchas cosas, pero indirectamente, ante la continuidad del régimen y de su
estrategia, solo queda la necesidad de resistir, protestar la violación de
los derechos humanos, la feroz represión, la desastrosa gestión económica
y profundizar la necesidad de refundar el país como consecuencia de su
destrucción, y aprovechar el potencial derecho soberano de la población
para enfrentar y trabajar sin descanso en la futura reconstrucción
institucional apoyada a través del concurso de la sociedad civil, cuyos
representantes hasta ahora han sido dejados de lado por la denominada
presidencia interina.
Estas iniciativas, además de contribuir a enfrentar
al régimen y poner en evidencia la crisis y el fracaso como país, permitirá de
alguna manera procurar el cambio de modelo político, no para 2025 sino ahora.
Dentro de estas circunstancias se destaca el propósito imprescindible
estratégicamente de reconocer que el presidente encargado es apoyado por la
mayoría de los países democráticos, pero es importante que el presidente
encargado entienda de una buena vez que tiene que disponer de una organización
adecuada para sustentar su gestión, rescatar sus debilidades individuales, y
potenciar su actividad mediante la integración de un aparato ejecutivo, que
debe ser manejado de manera colegiada, deslastrarse de la influencia nefasta
del Estatuto que amarra sus manos, en otras palabras, dejar de ser unipersonal
y montar una estructura circular representada en su núcleo central por un
Consejo Nacional del Gobierno, el cual deberá ser completado e integrado con
personalidades relevantes y de reconocimiento nacional. Solo nos queda esa
opción acompañada de la denuncia y resistencia inteligente para rescatar al
país, cuya administración ha sido pervertida e incluso comprometida con
intereses extranjeros y, peor aún, con el crimen organizado.
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