Toda una generación ha sido dada de baja de la
demografía venezolana, más de seis millones de venezolanos se fueron mermando el
número de habitantes en suelo patrio. La supuesta población de treinta y dos
millones de almas, tiene un grado de error e incertidumbre apreciable ya que es
producto de estimaciones cuya base de cálculo es del siglo pasado y nadie se ha
molestado en hacer un censo de población y vivienda con las normas regulares y
exigentes que esta metodología exige. Sus proyecciones son el sustento para
hacer crecer a la población de manera artificial, deformar el registro
electoral, cambiar las tasas de crecimiento interanuales y de la población
activa para hacer las marramuncias electorales que ya todo mundo conoce.
De los que nos quedamos en el país, el noventa y cinco
por ciento son personas que pudiéramos denominar clase popular, que sobrevive y
tiene su domicilio en viviendas localizadas en lugares muy populares con
estructuras casi improvisadas sin llegar a la categoría del rancho puesto que,
la mayor parte de ellos tienen condiciones limitadas de habitabilidad y,
adicionalmente son de construcción propia aprovechando las habilidades
extraordinarias para construir viviendas, incluso de varios pisos ubicadas en
laderas y barrancos que retan la imaginación.
Buena parte de esa población son herederos de la gran
migración de colombianos, ecuatorianos, peruanos, chilenos y trinitarios que en
las décadas sesenta- setenta venían en masa al país atraídos por la bonanza constructiva,
el desarrollo petrolero y de los servicios. Esa población de inmigrantes fue aceptada
sin preguntar, sin restricciones, eran un venezolano más y se articulaban a los
criollos con extrema facilidad y, nos mesclábamos en una sociedad abierta; Incluso,
también venían profesionales, especialmente de España, Chile, Argentina y
Ecuador los cuales se insertaban con éxito en las universidades, y colegios, incluso
en despachos oficiales. Nadie les pedía visa, demostración de nada, eran
respetados, ingresaban con iguales derechos del criollo, sin exclusión y de
tratos considerados, incluso detentaron cargos de gran nivel oficial y
empresarial, sin envidias ni limitaciones.
Quien los viera hoy día, especialmente a sus
descendientes, afanosamente buscan la nacionalidad de origen para instalarse en
los países de sus ascendientes en países que han estimulado de manera
malagradecida la xenofobia hacia el venezolano, exhibiendo un trato despectivo
discriminatorio y ofensivo, provocando restricciones para los compatriotas que
se han ido en busca de nuevos derroteros los cuales tienen que soportar
estoicamente la marginalidad a la que somos sometidos. Esa población que
integra la más alta migración en la historia del país, abandonó, cultura,
familia y arraigo, provocado como consecuencia del modelo político socialista y
dictatorial cuyos dirigentes son responsables del éxodo, variable importante a
tomar en cuanta ante las violaciones de los derechos humanos...
Los que quedamos, integrantes de esa mayoría
empobrecida, ahora estamos sujeto a un gran cambio social. La clase media alta
se fue, la media desapareció, y buena parte de ella se fue, el resto por acción
de las políticas internas ha quedado como clase media baja marginal, con
tendencias marcadas en dirección a la pobreza de solemnidad. La clase popular, en
gran mayoría son dependientes de la nómina del estado, del emprendimiento
particular coyuntural, caracterizado por el rebusque complementario, bien sea
por la vía de la coima, comisiones, especulación o cualquier otro mecanismo, y
como consecuencia, ya devenga salarios mínimos superiores a los de los vecinos
colombianos y panameños. Usan sus habilidades constructivas, artesanales y multiplicidad
de oficios induciendo su transformación en clase media proletaria, se ha
transformado en lo que pomposamente la propaganda oficial denomina un “nuevo
hombre”,
Su perfil ha evolucionado favorablemente, a pesar de
ello, vive en su mismo lugar, potenciado sus ingresos, y es evidente que su
conducta ha cambiado, está caracterizada con ligeras excepciones en una persona
típicamente diferente, altiva, retrechera, sin valores, especulativa y ofensiva
maltratando sin consideración a la clase media sobreviviente. A esa mayoría no
cabe la menor duda le conviene ignorar la política del régimen, incluso la
defienden y, en general, rompe el mito de que la oposición al régimen es
mayoría
Hay que destacar que de lo que fue clase media, integrada
por profesionales que fueron formados con
la cultura socialista, bien en el país, o en los paraísos comunistas, que fueron eternos
dirigentes de la izquierda tradicional y
que hicieron de la universidad un ministerio,
estimularon los golpes de estado, y contribuyeron a crear al régimen que
nos somete, gobernaron en los inicios del
experimento autoritario, se enriquecieron, y claro, fueron purgados al
viejo estilo bolchevique por la nueva clase del “superhombre nuevo”, y luego,
se fueron a disfrutar de su nuevo riquísimo, y los que excepcionalmente no lo
hicieron, ahora regresaron a su casa avergonzados y desean erigirse como
dirigentes de oposición. Pero todos
ellos tienen la corresponsabilidad con el régimen dictatorial, de favorecer al
crimen organizado, y de complicidad de haber entregado al país en manos cubanas,
rusas, chinas e iranies, y como si fuera poco, al narcotráfico y la guerrilla
colombiana, y ahora, defensores de la invasión rusa, a Ucrania excusa
excepcional para acabar con la cultura occidental.
La clase media que queda es mayoritariamente jubilada
o pensionada, ha sido maltratada, humillada y mendingada con pensiones irracionales,
estafados ya que su aporte a la sociedad, y sus fondos de protección financiados
en buena medida por ellos mismos ha sido cancelada. Han sido desprovistos de la
seguridad social que induce a la miseria, hambre, pérdida de calidad de vida y
engrosa la larga lista semanal de fallecidos y los que van quedando, presentan
en general una condición humana deplorable, es decir, están siendo eliminados
por el sistema en una clara política genocida.
El perfil de ese jubilado es realmente lamentable, su
origen es popular, casi todos salimos de los barrios, llegamos a la
universidad, ejercimos la profesión de manera honorable, muchos ingresamos a la
docencia y adquirimos ese oficio donde todo fue creativo, crecimos, hicimos
especializaciones, maestrías, doctorados, nos destacamos, dirigimos
organizaciones universitarias, instituciones oficiales, institutos, empresas y
corporaciones. Gradualmente perdimos el poder adquisitivo, vendimos el
patrimonio incluyendo las viviendas a precio de remate para mantenernos,
cambiamos de nivel de vida, a viviendas modestísimas, perdimos pequeñas
inversiones, vehículos y prendas, nos deterioramos, pasamos hambre, muchos
mueren de inanición y como se fuera poco, no podemos pagar servicios y la alimentación.
Adecuada.
El mantenimiento decoroso y la salud ya no es
protegida, mueren por centenares y
estoicamente esperamos lo propio en cualquier momento por la pérdida
total de calidad de vida, con el agravante moral del desprecio al jubilado, y
el maltrato del hombre nuevo, que uniformado, con chapa y arma nos expolia, o de
aquellos que con sus oficios de toeros nos especulan. La ausencia de dinero nos
desequilibra y perdemos hasta la sindéresis por no decir la razón, Eso es
genocidio y no estamos hablando de números bajos, son centenares de miles de
personas en esa condición que en algunos casos los ayudan precariamente algunos
hijos que con mucho esfuerzo hacen una eventual contribución que mengua
paulatinamente.
En resumen, la política del régimen, montada en una
estrategia de favorecer la pobreza y el hambre someten al pueblo que confronta
la diatriba, huye o se muere. Es una guerra tan infame como la invasión que
vemos en Europa, paulatina y exterminadora, en otras palabras, es un genocidio
postmoderno cuyos responsables ríen y bailan a sus anchas de manera perversa,
sin misericordia, en un ambiente de pérdida de libertades y de represión. Claro
que es un genocidio, y como tal serán juzgados, Sálvese quien pueda.
Por Genaro Mosquera
Doctor en Ciencias, profesor jubilado de la
Universidad Central de Venezuela
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