Genaro Mosquera
En este espantoso año, a
Venezuela le han caído las siete plagas: hiperinflación, destrucción de la
producción, pérdida de empleo, invasión cubana, corrupción, éxodo y pandemia.
Todas ellas han empobrecido a la población, limitado los derechos humanos y
entregado el país al crimen organizado.
Todas estas calamidades han
impactado la vida del venezolano, dejándolo sin trabajo, educación, salud y
libertad. Por supuesto que todas las plagas juntas dejan al más pintado fuera
de control y expuesto a la depresión o al menos a la abulia generalizada para
luchar contra cualquiera de esos flagelos.
Sacudirse de los efectos
mencionados requiere voluntad de cambio y la ayuda de dirigentes que puedan
conducir al pueblo a librarse de tales males, pero desgraciadamente, esa
dirigencia provista de los más importantes apoyos iniciales de la población y
de los más significativos enclaves internacionales han sido tirados por la
borda por incapacidad, colaboración con los provocadores del mal, cohabitación
con el sistema, bajo la premisa de leyes y reglamentos que funcionan solo en
una dirección, y la búsqueda de arreglos con un régimen que no solo se burla de
ellos, los manipula, compra y reduce, sometiéndolos a sus designios, amarrados
a la esperanza de sobrevivir como funcionarios públicos, y caer en el reparto
financiero que los ha visto transformarse en poderosos y adinerados personajes
los cuales hacen gala de su altanería y prepotencia públicamente.
Negociaciones secretas y turbias
de la oposición con el chavismo han sido conducidas hábilmente. Dispuestos a la
simulación democrática a cambio de cargos y canonjías en la Asamblea Nacional,
han aceptado inscribir sus nombres en las listas de candidatos siempre y cuando
tomen en cuenta que mientras exista el Alto Mando Militar antiimperialista,
revolucionario y socialista nunca podrán ejercer el real poder político en el
país. Estos acuerdos explican muchas cosas en los avatares de las elecciones
parlamentarias.
Hemos visto también que la nueva
generación de esa dirigencia incluida en dichas negociaciones pasó por las
aulas universitarias generalmente de manera precaria y desplegó un discurso
altisonante que la hizo proyectarse como dirigentes universitarios, y luego
saltó sin experiencia alguna a otros niveles públicos, entre ellos, la Asamblea
Nacional y alcaldías. Más recientemente en la diplomacia internacional, sin
tener la menor idea de cómo desempeñarse en esas instancias, pero que les
proporcionó la tribuna necesaria para sentirse sabihondos, con un discurso
florido, vacío y listos para caer en las corruptelas, y hacer lo necesario para
repeler cualquier ayuda profesional o política en una suerte de comportamiento
arrogante de un liderazgo inexistente.
A esta altura, cómo librarse de
dicha plaga si no tenemos contraparte en una dirigencia que tiene un diálogo
hipócrita con las fuerzas democráticas internacionales, los cuales desean un
cambio en el sistema venezolano porque realmente los perjudica en su seguridad
nacional, y en el futuro de la democracia continental. Esa dirigencia no deja
gobernar a su representante que ha sido producto de la ilegitimidad oficial
demostrada en una elecciones invalidadas, y que se basó en la interpretación
adecuada de la violación de la Constitución que permitió invalidar la elección
presidencial y algunos de ellos ahora piden elecciones parlamentarias obviando
que se ha desconocido la ilegitimidad de quienes la organizan, reales usurpadores, violadores de la Constitución,
los cuales son rechazados por los países democráticos, en consecuencia, ¿cómo
pueden pedir elecciones sin violar ellos mismos la ley electoral y la
Constitución, es decir, son cómplices del régimen y potenciales reos a
corto plazo.
Existe una reserva moral,
preparada, experimentada y profesional que necesita tomar la posta para la
defensa de la democracia y de la libertad en Venezuela, la cual ha sido
rechazada persistentemente por el statu quo de la oposición oficial que no ha
hecho lo que tenía que hacer en beneficio de su pueblo.
La estrategia del régimen es
inmisericorde, avanza en todas sus
modalidades, encarcela y amenaza militarmente a la oposición de que nunca más
podrán acceder a la responsabilidad de administrar al país, y el régimen frente
a la usurpación, restricciones económicas y sociales, solo se preocupa de
mantener una apariencia mentirosa de democracia social aliada a los intereses
del crimen internacional y de países explotadores que solo desean poner un pie
en América para reventar las democracias, invadir con sus armas, tecnologías y sus mercenarios al territorio
venezolano y extraer sin límites sus recursos, apoderarse de instituciones y
empresas cual vulgares conquistadores de todo un país.
Para lograr la apariencia
anotada, su poder, producto no de las armas guerrilleras, sino de un sistema de
votación corrompido y no reconocido, planifica celebrar las elecciones
parlamentarias para así apoderarse del último reducto parcialmente democrático
y, preservar su estructura viciosa,
nombra a sus acólitos para dirigirlo, preparan una pantomima electoral y
someten a sus colaboradores a sus rediles, y
a una serie de micropartidos creados
para simular oposición reforzando esa estrategia con los partidos
tradicionales a los cuales secuestran con militantes a efectos a ellos, o los
transforma en cómplices. Como titiriteros montan un teatro o pantomima, para
pregonar que los partidos tradicionales fueron voluntariamente a elecciones y
tendrán una representación en la Asamblea Nacional, obviamente minoritaria.
En diciembre de este año
pregonarán que son legítimos, que su poder emana de elecciones transparentes, y
que son producto de la práctica democrática. Se estabilizarán frente a los
países que no los apoyaron y estos, seguramente, darán marcha atrás como
consecuencia de que los venezolanos han elegido su destino fatal.
Veremos entonces a los
venezolanos en las cafeterías del exterior soñando con tumbar un gobierno
comunista, y pasarán años como los cubanos del norte, añorando tiempos idos y
que por supuesto no pudieron resolver esperando que otros lo hicieran. Se
diluirán en la línea del tiempo, incluyendo a sus descendientes que incluso ya
perdieron el interés por el terruño, e incluso, ya les fastidia hablar de su
país, usar el idioma castellano y claramente se están transculturizando. Eso es
lo que nos espera ante la tozudez de la dirigencia, de preservar sus propios
intereses y del egoísmo que los ciega totalmente y la distancia de los
problemas populares.
Pero sí hay opciones, llegó la
hora de nuclearse alrededor del objetivo de sacar a los secuestradores del
poder, expulsar a los invasores, echar a los cómplices, mediante un nuevo
liderazgo emergente que será guía superior de la libertad y la democratización.
Llegó la hora de que lideres experimentados y reconocidos, nacionales e
internacionales, que los hay por docenas, se agrupen y constituyan un gobierno
de emergencia, y no vengan con el cuento de que quién los eligió; en realidad
los elige su influencia, responsabilidad ciudadana y el amor a su país. Ese
gobierno transitorio será el nuevo interlocutor ante las fuerzas de la
coalición internacional, que nos concretará la ayuda humanitaria sustentada en
gente que sí quiere el cambio, que tiene un ejército civil desparramado interna
y externamente bajo la dirección de quien sí sabe de seguridad, y todos
lograremos la ayuda al pueblo para sacudirse las siete plagas, instalar un
gobierno democrático y restablecer su orden en todos sus aspectos.
Dejémonos de exquisiteces
legales, el venezolano es de por sí democrático, tiene valores escondidos y,
lógicamente, desea que su dirigencia sea elegida por un sistema que valide esa
representación. Ello se consigue en unas elecciones libres y democráticas, no
en medio de la destrucción y de la plaga. Con esas condiciones no se pueden
elegir a dirigentes a través de la precariedad de las redes sociales, ni con
encuestas o elecciones prefabricados, no seamos inocentes ante la gravedad y la
urgencia, si queremos país, debemos sacudir a los que no pudieron o no
quisieron, asumir la posta con vigor y valor, se deben llamar a los más
competentes, dar soporte a la colisión militar que no les interesa solamente un
país, sino el continente y su sistema democrático. No nos van a hacer el
trabajo, tenemos que hacerlo nosotros con su ayuda dentro de los límites de la
geopolítica internacional.
El liderazgo emergente, integrado
por líderes de verdad que todos conocemos, de trayectoria y probidad, deben
asumir su responsabilidad, no se pueden seguir manteniendo posiciones egoístas,
sino por el contrario, autoconvocarse y asumir la dirección de un país que está
en otras manos, no venezolanas, sino aliadas a los intereses bastardos de la
corrupción, hacer frente a una fuerza militar que hay que purgar y deslastrase
de los bandidos fabricantes de los males que asolan como langosta todo el
territorio nacional. Nadie debe preservar sus intereses, sino a través de una
entidad superior cuyo obejtivo y dirección es la libertad y la democracia de
Venezuela.
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