Genaro Mosquera
Reiterar sobre un tema tan
trillado y coyuntural como lo es el de las elecciones parlamentarias, no es
cómodo, pero es absolutamente necesario insistir, puesto que con este
planteamiento se juega el destino de Venezuela en los próximos meses.
Queda muy poco tiempo, el
presidente interino tiene hasta el mes de noviembre para formar gobierno,
deslastrarse de la Asamblea Nacional y del Estatuto que limita sus funciones,
presentar cuentas claras sobre la ayuda humanitaria recibida, y designar a un
nuevo liderazgo el cual debería ser representado por un grupo de personalidades
independientes, probas, experimentadas y conocidas nacional e internacionalmente
para formar un Consejo de Gobierno, designar igualmente a expertos en las
carteras más importantes de un gobierno, e igualmente, estimular la creación de
unidades regionales, municipales y vecinales para apoyar su gestión.
De no hacerlo, pasará lamentablemente
a la historia por no haber cubierto las expectativas, y por el manejo
ineficiente del mantra de: cese de la
usurpación, gobierno de emergencia y elecciones libres. Como consecuencia de
esa indecisión, el régimen realizará elecciones parlamentarias fraudulentas, y
pregonará la elección de la mayoría comunista en el parlamento y difundirá que
se ha elegido a una Asamblea Nacional “democráticamente,” que es un poder
legítimo, y en consecuencia, impondrá la continuidad del régimen investido
falsamente del manto de “legítimo y democrático”, apalancando el poder del
régimen socialista por muchos años más, emulando así a los chulos cubanos. Se
perderá la Republica una vez más.
La memoria y la inconsistencia
política, es generalmente corta, se olvida fácilmente como consecuencia de que
ya el sistema no es relevante frente a las necesidades diarias de sobrevivir,
se pierde el interés por el cambio de régimen ya que al venezolano no les
importa sino lograr adecuarse a nuevas realidades, en cuyo caso, favorecen
indirectamente la manipulación del
régimen, o el interés de las partes de sacar provecho y mantener el poder
dentro de un entorno absolutamente egoísta e incluso antipatriótico. He ahí una
paradoja social del comportamiento que se debe tener presente en un entorno de
cambio, que subjetivamente ha dejado de interesar frente a las realidades
impuestas por el régimen.
La respuesta social se limita a
rogar por un cambio, aspirando sin comprometerse a que, por obra y gracia de
alguien, se le resuelvan sus problemas, y que ello, conduzca a la recuperación
de su libertad. Fácilmente se anotan con la dirigencia política más
circunstancial, pero ante la inacción y los errores, los demuele públicamente,
adversan y finalmente, los acusan de un comportamiento cómplice con el régimen.
Sin embargo, el venezolano ha hecho de todo frente a las circunstancias
adversas; paros, protestas, ha puesto su vida en juego, los han depredado,
encarcelado, perseguido, echado del país, y sometido; pero hemos fracasado en
desplazar al modelo político depredador.
Íntimamente, deseamos un cambio a
como dé lugar, y se ha comprado parcialmente el mensaje de que la cosa puede
cambiar mediante elecciones democráticas y transparentes, porque, además, somos
mayoría, olvidando la precariedad del sistema electoral, y ni siquiera se dan
cuenta de la debilidad electoral por la ausencia de más de tres millones de
votantes que se han ido del país, y que será imposible incorporarlos a ese
proceso electoral, aparte del
desconocimiento de las elecciones de los gobiernos democráticos del
mundo.
Ante un asunto tan complejo, el país ha caído en las peores
condiciones de vida conocidas, ausencia de servicios y el deterioro de la
calidad de vida a niveles nunca visto, con una pandemia que nos arrincona y
acaba sin asistencia de tipo alguno, donde las cifras de infectados no revelan
la verdad, los fallecidos alcanzan niveles que exceden a la de otros países, y
donde el crimen supera a las muertes por la enfermedad, incluso superan la de algunos países, al
llegar a setenta y cinco muertes por cada cien mil habitantes, contra cinco de
los mexicanos, sumado a los suicidios, que llegan a veintiún personas por cada
cien mil habitantes. El comportamiento ciudadano se sume en una abulia
preocupante que no activa la sinergia necesaria para el cambio de régimen que
nos acogota y empobrece.
Sin importar el efecto de las
acusaciones de corrupción e ilegalidades cometidas, el régimen ha diseñado su
propia estrategia para mantenerse en el poder; primero, mediante el uso y abuso
de la fuerza militar, sostén claro del régimen que se ha declarado comunista y
chavista, y que no dará oportunidad alguna a la oposición de ser poder político
en la vida, que ninguna organización,
institución o sociedad los podrá reemplazar, y como parte de esa actitud,
planifica un mecanismo electoral caracterizado por una violación constitucional
conducente a lavar la cara como estado usurpador, y aparentar ser legitimo en
su desempeño.
El régimen ha preparado las
elecciones parlamentarias con doble propósito, controlar el poder legislativo
dentro de su estrategia de eliminar la separación de los poderes, hacer unas
elecciones con trazos “democráticos”, y validarse o legitimarse ante el mundo,
e irradiar a los cuatro vientos que es un “gobierno socialista democrático”,
que es constitucionalmente electo y que su validez es soberana.
Esa estrategia, además está
centrada en dividir a los partidos y
entregar su dirigencia a colaboradores dentro de esos partidos, porque ellos
con su nombre propio y simbología, van a participar en elecciones conjuntamente
con docenas de partidos, creados por el propio régimen, para dar la sensación
de pluralidad, y finalmente, inducir la elección de parlamentarios asociados al
régimen, lo cual determinará el
definitivo control de la Asamblea, y
terminar con la única entidad institucional formal de los poderes públicos
legítimos.
Esta acción, significa la
desaparición definitiva de la democracia tal como la concebimos, se afianzarán
como un “gobierno democrático”, fortaleciendo las alianzas con el crimen
organizado, para continuar con el enriquecimiento ilícito, y la
desestabilización de las democracias del continente, en un afán expansionista y
de control del poder global.
Participar y promover las
elecciones parlamentarias es ilegal, y quien lo haga, debe de estar claro que
se hace cómplice de violación de la Constitución y de las Leyes, y tendrá la
connotación de delincuente funcional.
No se puede olvidar que la
Asamblea Nacional nombró ajustada a derecho a un Tribunal Supremo de Justicia
legítimamente concebido, y que, además, puso en práctica un procedimiento
basado en el artículo 233 de la Constitución Nacional contra la elección
presidencial del año 2018. Después de un trabajo exhaustivo y la verificación
de las pruebas de fraude, sentenció e invalidó las elecciones presidenciales,
anuló al sistema electoral, eliminó el sistema electrónico del voto, y
recomendó procesar penalmente a las autoridades electorales, nacionales y
regionales, declaró usurpador al capo mayor y lo sentencio con cárcel. ¿Cómo se
puede ignorar esta importante y valiente acción de los magistrados en el exilio
sujetos a persecución?
Como todo mundo sabe, los países
democráticos aceptaron estas sentencias, y apoyaron la resultante
constitucional de que el presidente de la Asamblea Nacional fuese el presidente
interino, que cesara la usurpación, y se instalara un gobierno de emergencia
hasta que se hicieran elecciones verdaderamente democráticas.
Lamentablemente la Asamblea
Nacional no ha procedido en consecuencia, no abrió los procedimientos
necesarios para procesar a las autoridades usurpadoras, llevarlos a juicio
penal, solicitar el cese de sus funciones y mucho menos ha solicitado el apoyo
para favorecer las acciones de cambio del sistema político y el sometimiento a
derecho de sus dirigentes, y tampoco efectuó la solicitud de ayuda humanitaria
efectiva, a través de la acción de una coalición de fuerzas internacionales.
Apenas hace unas horas, el
Tribunal Supremo de Justicia, solicitó a la Interpol, en base a la Convención
de Palermo, someter a los personeros principales del régimen a una “alerta
roja” para su detención inmediata; lo hizo público, y cumplió con sus funciones
y la ley. Sin embargo, no hay pronunciamientos al respecto por parte de la
Asamblea Nacional, quien solo ha dejado pasar el tiempo, y ahora, parte de esa
cámara se asocia a la predica de ir a elecciones parlamentarias, e
indirectamente apoyar la convalidación de un régimen ilegal y usurpador.
La decisión de ir a una elección
es ciudadana, pero sin caer en la complicidad como consecuencia que el proceso
convocado es ilegal; es absolutamente correcto no convalidar e ir un proceso
electoral pervertido y dirigido por delincuentes tramposos, por tanto, se debe
resistir, organizar y enlazar las aspiraciones de cambio y de libertad, con los
líderes natos del país, y llevar a cabo la debida reacción que catalice el
cambio.
La conclusión es evidente, no se
puede sobre la base ilusa de una mayoría electoral, que está por verse, basada
en un sistema manipulado por un régimen que no obedece a un sistema judicial
pulcro, pretender ir a unas elecciones parlamentarias que le permitirá al
régimen legitimarse y actuar libremente en el futuro como un gobierno
socialista, favorecedor del sometimiento y humillación popular, y destructor de
la libertad en todos sus rasgos democráticos, y coadyuvando políticas
restrictivas y de aprovechamiento de países anti democráticos como lo hace Cuba
desde hace más de sesenta años, quienes se han dado el lujo de convertir a
Venezuela en una provincia cubana.
Julio, 2020.-
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