CRISIS Y RESISTENCIA
Por Genaro Mosquera -October 3, 2020
La situación del venezolano en el país es dantesca, producto
de los efectos provocados a conciencia por el modelo socialista impuesto a la
ciudadanía con métodos dictatoriales y nadie duda de sus vínculos con el crimen
organizado internacional. Vivir la cotidianidad de esa situación, agravada por
la pandemia, reduce la calidad de vida y restringe la posibilidad de ser
atendido por el sistema de salud, sumado a la fatal caída del ingreso familiar
a niveles tan extremos que obliga a esfuerzos increíbles para la supervivencia.
Estudios realizados por instituciones confiables ponen de
manifiesto que 96% de los hogares venezolanos reporta pobreza, y más de la
mitad, se ha incorporado muy recientemente a ella como consecuencia de la
pérdida de empleos, emprendimientos y carencia persistente de bienes y
servicios. Cerca de 40% de los hogares reporta la imposibilidad de obtener
recursos económicos suficientes, potenciados por la cuarentena, el aislamiento
y la ausencia de actividades productivas.
Es notable y catastrófico que toda esta realidad se traduzca
en ingresos medios que rondan los 0,72 dólares/mes, cuyo extremo jamás
supera los 4 dólares/mes y que no permite cubrir siquiera la cesta básica, ni
aun sumando los recursos percibidos por el grupo familiar, los cuales hacen
milagros para mantener el nivel de vida apenas suficiente para no morir de
hambre, sin contar con el efecto bárbaro que produce la hiperinflación tan
gigantesca que cuesta ver su valor comparado con hace algunos años, la cifra no
cabe en un papel y se traduce en un dólar que se adquiere con un valor
equivalente a billones de bolívares a valor actual.
De alguna manera, la mitad de las familias se ayudan para
paliar esta situación y declaran recibir remesas familiares de quienes
emigraron; sin embargo, se aprecia que dichas remesas se han reducido
significativamente, pues también les está costando producir dinero.
La consecuencia de no poder costear la cesta básica tiene
sus efectos directos en la dieta vital al limitar la calidad y cantidad de la
ingesta alimentaria, siendo los niños significativamente afectados, además de
lo que ello representa para su potencial futuro. La situación viene acompañada
de ansiedad y preocupación por la manutención, y la imposibilidad de atender la
obligación educativa. Estos indicadores son comparados con aquellos que reciben
parte de sus salarios en dólares provenientes generalmente de empresas que
todavía sobreviven o de aquellos que especulan al transar sus servicios en
dólares ante la poca apreciación que tienen de esa moneda para fijar el costo
de los servicios y de bienes usados; indicadores también odiosamente comparados
con 3% de aquellos que poseen los recursos necesarios sin entrar en
consideraciones de donde proviene la fuente de sus ingresos, pero que todos
presumimos de dónde vienen.
Según una encuesta realizada por Tendencias Digitales, la
mayoría de las personas, estimada en casi 70%, tiene una visión pesimista de su
situación actual; han abandonado la idea
de iniciar emprendimientos de sus actividades y 19% deseaba irse del
país, pero sus planes se vieron pospuestos potenciados por la crisis, la
pandemia china, la precariedad de los ingresos y las circunstancias generales
que estamos viviendo, lo cual determina que esté enfocado en la preocupación
del por ahora, sin pensar demasiado en el futuro.
Los que han emigrado al exterior por lo general no están en
mejores condiciones, dejaron una vida y bienes atrás, la educación percibida no
es reconocida sino excepcionalmente en los países donde se ha emigrado, por lo
tanto, tienen que trabajar en oficios o actividades fuera de su profesión o
formación, y no pueden trabajar fácilmente si no han logrado obtener el permiso
o la visa adecuada, por tanto, su situación se hace extrema, sus condiciones no
son buenas y el esfuerzo de mantenerse es doblemente difícil. Además, sufren
las consecuencias de la xenofobia y el rechazo, aun en países supuestamente
amigos de los que muchos migraron a Venezuela en una ocasión pasada.
Toda esta circunstancia desvía la atención a los problemas
sentidos y no ha facilitado contribuir con el impulso necesario para forzar la
salida del régimen. El venezolano tiene miedo, es cauteloso, sujeto de
denuncia, persecución y represión. Sus derechos no existen y la dirigencia
opositora, en la que por lo general no confía, se mueve en un mundo difícil de
entender, de cohabitación y ausencia de liderazgo para producir el cambio, el
cual se enuncia pero no se hace por falta de voluntad o conveniencia.
Lo expresado anteriormente en cierta forma puede explicar
parcialmente por qué no se ha podido cambiar al modelo de gobierno, aun cuando
cuenta con la comprensión y el apoyo internacional. Está claro que es necesario
el cambio cuando se ha reconocido la usurpación del poder y se han demostrado
los vínculos terroristas del régimen y su asociación a organizaciones
criminales.
No ha habido el mecanismo adecuado para el cambio por
indiferencia más allá de las protestas, de la insatisfacción popular y el deseo
de que los países que apoyan al sistema democrático intervengan, ya no solo
mediante la imposición de restricciones económicas sino militarmente, pero sin
querer entender que si no se produce la acción interna nadie podrá venir sin
ser acusado de invasor. Este último elemento ha sido esgrimido por el régimen
para denunciar al llamado imperialismo con vulgar desparpajo cuando hemos sido
intervenidos por cubanos expoliadores y las estrategias interesadas coaligadas
de Rusia, China e Irán, el soporte de la guerrilla colombiana y de los
delincuentes paramilitares del propio país.
No es posible la intervención militar humanitaria de
coalición de países democráticos sin la participación del pueblo venezolano de
manera activa cuyo futuro y destino nos
corresponde decidirlo, claro está, nada fácil por cuanto se trata de remover
del poder a una organización que está dispuesta a asesinar a su propio pueblo,
especialmente, cuando el régimen ha retado a los países democráticos, y dice
tener apoyo del eje del mal integrado por aquellos que desean afectar la
seguridad de los países democráticos, y desestabilizarlos para instalar
gobiernos favorables, ni siguiera asociadas a estrategias ideológicas, sino de
carácter político militar que con la etiqueta de socialistas o progres
favorezcan sus intereses económicos.
El régimen se hace cada vez más beligerante y es asesorado
por los cubanos cuyos mecanismos de supervivencia han experimentado todo tipo
de restricciones económicas, a las cuales han sido sometidos. Son campeones,
con sesenta años de aguante a cambio de haber sometido a la ruina a su gente, a
la destrucción de su infraestructura cuya dictadura no ha podido ser
desplazada.
Reconociendo que el régimen no las tiene fácil porque está
lidiando con crisis simultáneas y persecuciones judiciales, los venezolanos la
tienen aún más difícil a pesar de que los dirigentes y capos de la dictadura se
sienten acorralados, aislados y perseguidos, se aferran a la silla como
borrachos en una mesa ante una botella vacía con la esperanza de que le sirvan
otra,
El sufrimiento de los venezolanos está generando un dilema
ético en los principales actores políticos para responder a la situación
emergente de cuánto más deben sufrir los venezolanos. Solo el pueblo y su
reacción producirá la confrontación que será aliviada por la fuerza de países
democráticos. Frente al escenario comentado, solo queda que se concrete el cese
de la usurpación, se forme ya un gobierno integrado por líderes fuertes y
contundentes, con la disposición moral suficiente para conducir la protesta,
provocar la acción generalizada de romper con la miseria y lograr la aspiración
de libertad del venezolano. Nadie nos va a resolver si no luchamos
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